La felicidad, diario de lectura del Libro del desasosiego

Por Mayra Nebril



"Esos son felices porque les es dado el sueño mentido de la estupidez. Pero a los que como yo tienen sueño sin ilusiones #" Fernando Pessoa - Libro del desasosiego

Avanzo en la lectura del Libro del desasosiego entre tropezones, entusiasmos y empalagues. Hay veces que la desolación es un sitio al que le repelo, momentos en que Pessoa queda abandonado en un rincón del consultorio fumando ese cigarro siempre mal armado; pero también llegan los días en los cuales sus páginas me tientan al ofrecerme la lucidez de sus ideas, siempre buscando las entrañas del mundo para comprender sus mecanismos, anhelo acompañarlo pero él me responde reticente No hay sosiego-y, ¡ay de mí!, no hay ni siquiera deseo de tenerlo… (Pág. 52)

A veces su desasosiego me resulta una caricatura casi tan elocuente como la felicidá de Palito Ortega, se vuelve su reverso, es un contrasentido compararlos probablemente, pero después de sumergirme un buen rato en sus hojas me ha llegado al recuerdo aquel joven de traje blanco cantando junto a una orquesta y su coro de tres entusiastas damas, La felicidá ah ah ah ah, de sentir amo or or or or, y aun tratándose probablemente de una defensa -maníaca o melancólica, vaya a saber uno diferenciar en esos cantos-, que esgrimo frente al desasosiego consistente del Libro, dejaré que otra vez sea Pessoa quien responda a la ofensa con la que lo invisto, Ah, pero cómo desearía lanzar al menos en un alma un poco de veneno, de desasosiego, de inquietud. Eso me consolaría en parte de la nulidad de acción en la que vivo. Pervertir sería el fin de mi vida. Pero, ¿vibra algún alma con mis palabras? ¿Se oye a alguien además de mí?- (Pág. 78)

Sí, tarea cumplida, Pessoa. Envenenada, pervertida y en esta ocasión mirando desde cierta distancia tu desasosiego.

¿Cuál es el matiz peculiar de la soledad y la infelicidad -requisito para la producción sesuda, sabia, sensata- en el Libro del desasosiego? Lo interrogo con ironía, claro está, ya que de hecho es este un tópico en la escritura: la desgracia solitaria como motor y fuente de producción, ¿es así? A veces, muchas veces, pero no siempre.

Saramago dice, Los escritores viven de la infelicidad del mundo. En un mundo feliz no sería escritor, pero al leer a Saramago, al menos así me ha sucedido a mí, no se siente el ensimismamiento como única posibilidad, hay otros, hay ideales, hay infelicidad, desasosiego, solidaridad, amor; Felisberto Hernández le escribe-preocupado también por el origen de sus creaciones- a Supervielle, Tal vez no pueda ser más un escritor, pues he encontrado la felicidad, pero tampoco leo en sus textos un encandilamiento con la desolación, allí hay lujuria de ver, oler, sentir, hay personajes y sucesos; Margueritte Duras, quizás un ícono de cierto desasosiego escribe Hallarse en un agujero, en el fondo de un agujero, en una soledad casi total y descubrir que sólo la escritura te salvará. No tener ningún argumento para el libro, ninguna idea de libro es encontrarse, volver a encontrarse, delante de un libro. Una inmensidad vacía. Un libro posible. Delante de nada. Delante de algo así como una escritura viva desnuda, como terrible, terrible de superar, en ella se siente especialmente vivo el desasosiego, late, se estremece. Cada uno formula a su manera este asunto tan importante, que es el mismo y es cada vez tan distinto, el sitio en el que se encuentran la soledad, el otro, la infelicidad, el vacío, la escritura.

En Pessoa, tal como lo voy siguiendo, tal como me va inquietando y envenenando, el desasosiego cobra un brillo peculiar, muestra la hilacha de disfrute, tanto es así que a veces me empalaga como una cucharada sopera de dulce de leche repostero, firme, concentrado. La distancia entre el pensar y el sentir es grande, la preocupación por esa distancia es constante también, me gusta cómo lo trabaja, pero ese alejamiento me deja sesudamente parada frente a los asuntos más viscerales.

Vaya aquí una buena cucharada para que lo paladeen un poco…

En mi corazón hay una paz de angustia, y mi sosiego está hecho de resignación. (Pág. 19)
Reconozco, no sé si con tristeza, la sequedad humana de mi corazón. Vale más para mí un adjetivo que un lamento real del alma.(Pág. 39)
Vivir una vida desapasionada y culta, al relente de las ideas, leyendo, soñando, y pensando en escribir, una vida suficientemente lenta como para estar siempre al borde del tedio, lo bastante meditada para no encontrarse nunca con él. Vivir esa vida lejos de las emociones y los pensamientos, sólo en el pensamiento de las emociones y en la emoción de los pensamientos. (Pág. 55)
"Esos son felices porque les es dado el sueño mentido de la estupidez. Pero a los que como yo tienen sueño sin ilusiones #
Si me preguntarais si soy feliz, os respondería que no lo soy.
Sólo la infelicidad eleva- y el tedio que desde la infelicidad curtimos es heráldico como el ser descendiente de héroes remotísimos… (Págs. 74/75)
Es noble ser tímido, ilustre no saber actuar, grande no tener maña para vivir. Sólo el Tedio que es un alejamiento, y el Arte que es un desdén, doran de algo semejante a la alegría nuestra #
Lo que creo que produce en mí el sentimiento profundo, en el que vivo, de incongruencia con los otros, es que la mayoría piensa con la sensibilidad, y yo siento con el pensamiento. (Pág. 84)

Para hacer justicia a su escritura, y también a mi lectura, debo resaltar que descubro su genialidad en la marca registrada del tinte desasosegado que se convierte en un adjetivo, -pessoano, pessoense, en fin no sé cómo es que le llaman los expertos-, en ese matiz, tan suyo, en el que hornea el desasosiego, a los otros, la vida; un lugar desde el que pone a brillar la melancolía, la infelicidad y lo comparte- en esos días en que uno está pronto para encontrarlo-con sus lectores.

                                           Continuaré leyendo y escribiendo mis apreciaciones, ¡hasta pronto! 

Pessoa, Soares y el Barón de Teive

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Hicimos una selección de citas del libro La educación del estoico, El único manuscrito del Barón de Teive, - heterónimo de Pessoa que no goza de tanta fama como Ricardo Reis, Alberto Caeiro, o Álvaro Campos, y que nos interesa especialmente por cómo Pessoa lo alinea con el desasosegado Bernardo Soares. 

Escribe Pessoa en el libro Ficciones del interludio:

El ayudante de tenedor de libros Bernardo Soares y el Barón de Teive- son ambos figuras míamente ajenas- escriben con la misma sustancia de estilo, la misma gramática, y el mismo tipo y forma de propiedad: y es que escriben con un estilo que, sea bueno o malo, es el mío. Los comparo porque son casos de un mismo fenómeno, la inadaptación a la realidad de la vida y, lo que es más, la inadaptación por los mismos motivos y razones. Pero así como el portugués es el mismo en el Barón de Teive y en Bernardo Soares, el estilo difiere en que el del hidalgo es intelectual, está despojado de imágenes, es un poco, ¿cómo diría?, áspero y limitado, y el del burgués es fluido, participa de la música y la pintura, es poco arquitectónico. El hidalgo piensa claro, escribe claro, y domina sus emociones, aunque no sus sentimientos; el tenedor de libros no domina ni emociones ni sentimientos, y cuando piensa lo hace en segundo término.

La educación del estoico es un libro en el que se descubre a un Barón de Teive que escribe frases que encierran una lucidez cortante, frases que sobreviven la vorágine del día entero y aún en la noche palpitan con vigor.


Tengo todas las condiciones para ser feliz, salvo la felicidad. Las condiciones están desligadas unas de otras. Pág 20

Al final, mi falta de impulso ha sido siempre el origen de todos estos males: el no saber querer antes de pensar, el no saber entregarme, el no saber decidir del único modo en que se decide- con la decisión, y no con el conocimiento-Pág 27

El escrúpulo es la muerte de la acción. Pensar en la sensibilidad ajena es estar seguro de no actuar. No hay acción, por pequeña que sea- y cuanto más importante, más cierto es esto-, que no hiera a otra alma, que no ofenda a nadie, que no contenga elementos de lo que, si tenemos corazón, no nos tengamos que arrepentir. Pág 32

No me quejo de los que me rodean o me rodearon. Nunca nadie me ha tratado mal de ningún modo, en ningún sentido. Todos me han tratado bien, pero con distancia. Luego comprendí que la distancia estaba en mí. Por eso puedo decir, sin ilusión, que siempre fui respetado. Amado, o querido, nunca lo fui. Hoy reconozco que no podría serlo. Tenía buenas cualidades, tenía emociones fuertes, tenía#, pero no tenía lo que se llama amor. Pág 34

Pero la deficiencia nunca estuvo en mi inteligencia, que siempre ha sido capaz de grandes síntesis y de poderosas sistematizaciones. Mi mal estaba en la tibieza de mi voluntad ante el esfuerzo pavoroso que implicaban esas enterezas. Tal vez, con este criterio, ninguna obra se habría escrito nunca en el mundo. Lo reconozco; reconozco que, si todas las grandes mentes tuvieran la grandeza escrupulosa de querer escribir sólo algo perfecto o, sin sostener ya una tesis imposible, algo enteramente conforme con el total de su individualidad, habrían renunciado como yo renuncio. Sólo participa de la vida real del mundo quien tiene más voluntad que inteligencia, o más impulsividad que razón. Pág 40/41


He alcanzado, creo, la plenitud en el empleo de la razón. Y por eso voy a matarme. Pág 46

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