Álvaro de Campos, su poesía

Aplazamiento

Pasado mañana, sí, sólo pasado mañana…
pasaré mañana pensando en pasado mañana,
y así será posible; pero hoy no…
No, hoy nada, hoy no puedo.
La persistencia confusa de mi subjetividad objetiva,
el sueño de mi vida real, intercalado,
el cansancio anticipado e infinito,
Un cansancio de mundo para tomar un tranvía…
Esta especie de alma…
                  Sólo pasado mañana…
Hoy quiero prepararme,
quiero prepararme para pensar mañana en el día siguiente.
Éste es el decisivo.
Tengo ya el plan dibujado; pero no, hoy no dibujo planos…
Mañana es el día de los planos.
Mañana he de sentarme al escritorio para conquistar
  el mundo;
Pero sólo conquistaré el mundo pasado mañana…
Tengo ganas de llorar,
tengo ganas de llorar mucho de repente, desde adentro.

No, no quieran saber nada más, es secreto, no lo digo.
Sólo pasado mañana…
Cuando era niño el circo del domingo me divertía
   toda la semana.
Hoy sólo me divierte el circo del domingo de toda la semana
   de mi infancia…
Pasado mañana seré otro,
mi vida ha de triunfar,
todas mis cualidades reales de inteligente, culto y práctico
serán enunciadas por una editorial…
Pero una editorial de mañana…
Hoy quiero dormir, redactaré mañana…
Por hoy, ¿cuál es el espectáculo que repetirá mi infancia?
Lo mismo para que yo compre los boletos de mañana,
que pasado mañana es cuando estará bien el espectáculo.
Antes, no…
Pasado mañana tendré la pose pública que mañana estudiaré
Pasado mañana seré finalmente aquel que hoy no puedo
   nunca ser.
Sólo pasado mañana…
Tengo sueño como frío tiene un perro vagabundo.
Tengo mucho sueño.
Mañana te diré las palabras, o pasado mañana…
Sí, tal vez sólo pasado mañana…

El porvenir…
Sí, el porvenir…



Insomnio

No duermo ni espero dormir.
Ni en la muerte espero dormir.
Me espera un insomnio de la amplitud de los astros
y un bostezo inútil tan extenso como el mundo.
No duermo. No puedo leer cuando despierto de noche,
no puedo escribir cuando despierto de noche,
no puedo pensar cuando despierto de noche.
¡Dios mío, ni puedo soñar cuando despierto de noche!
¡Ah, el opio de ser otra otra persona [portugués: pessoa] cualquiera!
No duermo; yazgo, cadáver despierto, sintiendo,
y mi sentimiento es un pensamiento vacío.
Pasan por mí, trastornadas, cosas que me sucedieron:
todas aquellas de las que me arrepiento y me culpo;
pasan por mí, trastornadas, cosas que no me sucedieron:
todas aquellas de las que me arrepiento y me culpo;
pasan por mí, trastornadas, cosas que no son nada,
y hasta de esas me arrepiento, me culpo, y no duermo.
No tengo fuerza para tener la energía de encender un cigarrillo.
Miro la pared de enfrente del cuarto como si fuese el universo.
Por fuera hay el silencio que tiene todo eso.
Gran silencio aterrador en otra ocasión cualquiera,
en otra ocasión cualquiera en que yo pudiera sentir.
Estoy escribiendo unos versos realmente simpáticos:
versos que dicen que nada tengo que decir,
versos que insisten en decirlo,
versos, versos, versos, versos...
Tantos versos...
Y la verdad entera y la vida entera, fuera de ellos y de mí.
Tengo sueño, no duermo, siento y no sé en qué sentir.
Soy una sensación sin la correspondiente persona [pessoa],
una abstracción de autoconsciencia sin qué,
salvo lo necesario para sentir consciencia,
salvo… yo qué sé salvo qué...
No duermo. No duermo. No duermo.
¡Qué gran sueño en toda la cabeza, y encima de los ojos, y en el alma!
¡Qué gran sueño en todo, excepto en poder dormir!
Oh amanecer, tardas tanto... Ven...
Ven inútilmente
a traerme otro día igual a éste,
al que seguirá otra noche igual a ésta.
Ven a traerme la alegría de esta esperanza triste,
porque siempre eres alegre, y siempre traes esperanzas,
según la vieja literatura de las sensaciones.
Ven, trae la esperanza, ven, trae la esperanza.
Mi cansancio penetra colchón adentro.
Me duele la espalda por no estar acostado de lado.
Si estuviera acostado de lado me dolería la espalda por estar acostado de lado.
Ven, amanecer, llega.
¿Qué hora es? No lo sé.
No tengo energía para tender una mano hasta el reloj.
No tengo energía para nada, para nada de nada...
Sólo para estos versos, escritos al día siguiente.
Sí, escritos al día siguiente.
Todos los versos siempre se escriben al día siguiente.
Noche absoluta, sosiego absoluto, ahí afuera.
Paz en toda la Naturaleza.
La Humanidad reposa y olvida sus amarguras.
Exactamente.
La Humanidad olvida sus alegrías y sus amarguras.
Es lo que suele decirse.
La Humanidad olvida, sí, la Humanidad olvida.
Pero es que, incluso despierta, la Humanidad olvida.
Exactamente. Pero yo no duermo.



Todas las cartas de amor son ridículas

Todas las cartas de amor son
ridículas.
No serían cartas de amor si no fuesen
ridículas.

También escribí en mi tiempo cartas de amor,
como las demás,
ridículas. 
Las cartas de amor, si hay amor,
tienen que ser
ridículas.

Pero, al fin y al cabo,
sólo las criaturas que nunca escribieron cartas de amor
sí que son
ridículas.

Quién me diera el tiempo en que escribía
sin darme cuenta
cartas de amor
ridículas.

La verdad es que hoy mis recuerdos
de esas cartas de amor
sí que son
ridículos.

(Todas las palabras esdrújulas,
como los sentimientos esdrújulos,
son naturalmente
ridículas).



Álvaro de Campos, ¡o el opio de ser otra otra pessoa cualquiera!



El 13 enero de 1935, Pessoa envía una carta a su discípulo de Coimbra, el escritor Adolfo Casais Monteiro, en la que habla acerca de la génesis de los heterónimos. Dice Pessoa:

Desde niño he tenido la tendencia a crear a mi alrededor un mundo ficticio, a rodearme de amigos y conocidos que nunca han existido. (No sé, bien entendido, si realmente no han existido o si soy yo el que no existe. En estas cosas, como en todo lo demás, no debemos ser dogmáticos). Desde que me conozco como aquel que defino «yo», recuerdo haber dibujado mentalmente, en el aspecto, movimientos, carácter e historia, varias figuras irreales que eran para mí tan visibles y mías como las cosas que llamamos, tal vez abusivamente, la vida real. Esta tendencia, que tengo desde que recuerdo ser un «yo», me ha acompañado siempre, variando levemente el adagio musical con el que me fascina, pero sin alterar nunca su carga de fascinación.

Y añade unos párrafos después:

Hacia 1912, salvo errores (que de cualquier manera serán mínimos), me vino la idea de escribir alguna poesía de índole pagana. Esbocé algo en versos irregulares (no en el estilo de Álvaro de Campos, sino en un estilo de media regularidad), y lo deje. Se había esbozado en mí, sin embargo, en una mal tejida penumbra, un vago retrato de la persona que estaba escribiendo aquellos versos. (Había nacido, sin que yo lo supiese, Ricardo Reis).
Un año y medio o dos después, un día se me ocurrió gastarle una broma a Sá-Carneiro: inventar un poeta bucólico, bastante sofisticado y presentárselo, no me acuerdo ya de qué modo, como si fuese real. Pasé algunos días elaborando al poeta sin que me viniese nada a la mente. Al final, un día en que había desistido -era el 8 de marzo de 1914- me acerqué a una cómoda alta y tras recoger una hoja de papel, comencé a escribir, de pie, como escribo cada vez que puedo. Y escribí treinta y tantas poesías, seguidas, en una especie de éxtasis del que no conseguí definir su naturaleza. Fue el día triunfal de mi vida, y nunca podré tener ya un día semejante. Comencé con un título O Guardador de Rebhanos. Y lo que siguió fue la aparición en mí de alguien a quien inmediatamente di el nombre de Alberto Caeiro. Perdóneme lo absurdo de la frase: en mí había aparecido mi Maestro. Fue ésta mi inmediata sensación. Tanto que, apenas escritas las treinta y tantas poesías, cogí otra hoja de papel y escribí, inmediatamente, las seis poesías que constituyenChuva Oblíqua, de Fernando Pessoa. Inmediata y totalmente ... Fue el regreso de Fernando Pessoa-Alberto Caiero a Fernando Pessoa-él solo. O mejor, fue la reacción de Fernando Pessoa a la propia inexistencia de Alberto Caeiro.
Aparecido Alberto Caeiro, me puse inmediatamente a buscarle, instintiva y subconscientemente, unos discípulos. Extraje de su falso paganismo al Ricardo Reis latente, le descubrí el nombre y se lo adapté, porque entonces ya lo veía. Y, de repente, y por derivación opuesta a la de Ricardo Reis, me vino a gala impetuosamente un nuevo individuo. De sopetón, y en la máquina de escribir, sin interrupciones ni correcciones, surgió la Oda Triunfal de Álvaro de Campos: la Oda con este nombre y el hombre con el nombre que tiene.

Álvaro de Campos surge cuando Fernando Pessoa siente “um impulso para escrever”, dice que Campos se ubica en el “extremo oposto, inteiramente oposto, a Ricardo Reis”, a pesar de ser también discípulo de Caeiro.

Campos es un ingeniero naval y viajante, es un vanguardista cuya poesía evoluciona con el tiempo. Acerca de los datos biográficos de éste heterónimo deja escrito en una carta:

Álvaro de Campos nació en Tavira el 15 de octubre de 1890 (a las 13,30 (...) y es verdad, porque hecho el horóscopo con esa hora ha resultado exacto). Éste, como usted sabe, es ingeniero naval (ha estudiado en Glasgow), pero actualmente se encuentra aquí en Lisboa, sin ejercitar su profesión. (...) Álvaro de Campos es alto (m.1,75, 2 cm más que yo), delgado y con tendencia a encorvarse. (...) la cara afeitada (...) entre blanco y moreno, vagamente del tipo hebreo portugués pero con el pelo liso y normalmente con la raya a un lado, monóculo. (...) ha recibido la normal instrucción del bachillerato, después fue mandado a Escocia a estudiar ingeniería, primero mecánica y después naval. Durante unas vacaciones hizo un viaje a Oriente, del que nació la poesía Opiário. Le enseñó latín un tío de Beira que era sacerdote.


Fernando PESSOA, "Carta a Adolfo Casais Monteiro”. En TABUCCHI, Un baúl lleno de gente

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